“Comencé a trabajar en el 1997, cuando la organización era administrada por las religiosas. Al empezar, no me visualizaba mucho tiempo trabajando aquí. Por esa razón solicité empleo en un laboratorio y me aceptaron. La madre supervisora me pidió que no me fuera, que yo era muy buena, que por favor lo pensara. Me fui a mi casa y le pedí a Dios que me iluminará y que me dejara en el trabajo donde yo me sintiera a gusto y fuera útil. Decidí quedarme en el Psicopedagógico. Hoy llevo 19 años trabajando en un lugar maravilloso, donde he tenido la oportunidad de vivir y conocer seres especiales, seres que cada día los siento mi familia.  He vivido momentos de muchas alegrías y también de tristezas, porque algunos ya no están con nosotros, pero sí con Dios. El Psicopedagógico es una parte especial de mi vida. Tengo muchos compañeros excepcionales. En este lugar soy muy feliz y me siento muy comprometida. Le doy gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de estar ahí, en el trabajo indicado. Son muchas experiencias, pero la mayor satisfacción es la felicidad y el amor de mis participantes. Los amo con todo mi corazón. Siempre seré su enfermera Torres”.

“Mi experiencia de trabajo en el Instituto Psicopedagógico trasciende todas las fronteras de mi labor como maestro de Educación Física Adaptada del Programa de Recreación y Actividad Física. Levantarse todos los días es una bendición y una alegría inmensa ¿Por qué? Porque trabajar con mis participantes es adentrarse a una aventura de diversión en cantidades industriales, una enseñanza mutua minuto a minuto. Las actividades presentadas en nuestro programa para nuestra población están encaminadas en mejorar la salud física y eliminar el ocio, reemplazándolo por la recreación. Les extiendo una invitación para que formen parte de esta aventura sinfín, en un ambiente en donde predomina el amor y el respeto”.

Luis Javier Ortiz Leandry, asistente de Terapia Ocupacional, Programa de Terapias

​​​“Comencé a trabajar en el Instituto Psicopedagógico un 30 de septiembre de 2015, como Asistente de Terapia Ocupacional. Es mi primera experiencia de trabajo, por lo que fue un proceso de aprendizaje, de estructura, organización y adaptación. Mi equipo en específico es de excelencia. Trabajo directamente con 12 participantes de hogares comunitarios, féminas y varones. La dinámica con los participantes en terapia siempre ha sido variada. He aprendido muchísimo de mis participantes y he desarrollado una muy buena relación con ellos. Siento que he desarrollado empatía, comprensión, paciencia y gracias a la oportunidad de trabajar aquí me he desarrollado como profesional de la salud y en el aspecto personal. Aquí se trabaja el día a día con mucho compromiso, esmero, responsabilidad y alegría. Es una experiencia bien bonita el sentir que tu trabajo es bien dinámico y de beneficio para una persona que tiene diversas condiciones. La población con Discapacidad Intelectual merece igualdad de derechos, más exposición a la comunidad y una mejor calidad de vida; aquí se la ofrecemos. Me siento muy contento y orgulloso de ser parte del Instituto Psicopedagógico y hacer mi trabajo con amor y esmero”.

Albert López, maestro de Educación Física Adaptada,

Programa de Educación Especial y Adaptada

Marta Ferrer, Trabajadora Social, Programa de Servicios Clínicos

Arelys Sánchez Pérez, cuidadora Programa  Vivienda Asistida

Dagmar Falcón, cuidadora Programa de Vivienda Asistida

Todas esas palabras resumen las tareas que realiza el equipo de trabajo, que día a día, labora en el Instituto Psicopedagógico de Puerto Rico, que sirve a más de un centenar de beneficiarios que reciben servicios integrados y cuidados especiales. 

Como los eslabones de una cadena, las diferentes áreas del Instituto Psicopedagógico de Puerto Rico se interconectan para formar una red de apoyo brindando servicios esenciales y complementarios. Las áreas de residencia, cocina, lavandería, centro de enseñanza, enfermería, trabajo social, psicología, recreación y terapia, operan gracias a personas comprometidas con su quehacer en función de nuestra misión social.

Construir            Transformar              Fuerza           Voluntad            Esperanza

​​“Según mi formación religiosa y moral, el propósito de la vida es servir con amor y humildad. Mi trabajo en el IPPR desde el 2003, además de ganarme el pan de cada día, me ha brindado la oportunidad de dar lo mejor de mí para proteger y ayudar al prójimo, en este caso, a estos seres especiales, que son los más que necesitan.  He aprendido a ver la grandeza de Dios en cada ser humano, especialmente, en los que padecen diferentes condiciones, en los menos afortunados, y aunque no encuentro explicación sé que ellos son especiales también para Dios y su misericordia los alcanza de manera especial. Mi mayor  recompensa es un gesto, una sonrisa o una mirada tierna de estos, mis seres especiales”.

​​“Mi experiencia con estos hermosos seres humanos ha sido muy enriquecedora. Interactuar con cada uno de ellos día a día me hace sentir orgullosa del trabajo que realizo. Mis días difíciles quedan en el olvido con solo llegar y saludarlos. Verlos felices y ayudarlos a lograr lo que ellos desean me hacen sentir que aporto experiencias positivas a sus vidas. Ellos me regalan su sonrisa a cada instante y logran sacarme unas cuantas también con sus  ocurrencias. Son personas muy transparentes, demuestran sus sentimientos tal y cual son. Ellos te envuelven en ese mundo donde todo parece ser color de rosa y es tan fácil que termines tu jornada de trabajo sin darte cuenta que ya es hora de salir. En lo personal, amo trabajar con ellos. Tienen la capacidad de hacerme feliz día a día”.

Velia V. Torres, supervisora de Enfermería,

Programa de Servicios Clínicos

​​“Mi experiencia desde que llegué a este hogar comunitario fue de sorpresa; primero porque es un programa muy bonito con concepto de hogar y cuando conocía a los participantes me di de cuenta que eran privilegiados. En este hogar, aparte de cubrir sus necesidades principales, se les llena de amor con el que, al paso de los días, es reciprocado. Una mirada, un abrazo y una sonrisa de nuestros participantes no tienen precio; se siente y te llena grandemente. A esto le sumas las personas que se encargan día a día de que esta población tenga sus recursos, que sus derechos y sentimiento se hagan reales. Realmente somos una familia”.

​​​“Hace aproximadamente nueve años comencé mis labores en el Instituto Psicopedagógico de Puerto Rico.  Formo parte de un grupo de trabajadores que les gusta hacer este trabajo. Al tiempo, se me solicitó que pasara a trabajar en la primera casita localizada en la Urbanización Jardines de Caparra. Allí comencé a trabajar con seis adultos con diferentes tipos de Discapacidad Intelectual. He aprendido mucho de ellos y acerca de los procedimientos individualizados. Para mí es una grata experiencia, ya que me gusta brindar todo mi apoyo para que estos participantes puedan tener una magnífica calidad de vida. Es gratificante y me ha servido de crecimiento como ser humano. Hago mi trabajo con mucha pasión y compromiso y lo continuaré haciendo hasta que Dios quiera”.

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​​“Mi experiencia en el Instituto Psicopedagógico comenzó hace poco más de 17 años, primero como Asistente de Maestro incorporándome en el área educativa dentro de la escuela con estudiantes de alto funcionamiento, impactando mayormente las áreas académicas principales. Esta experiencia de trabajo hizo que cambiara mi concentración de Justicia Criminal a Educación Especial. Durante los últimos nueve años he trabajado como maestra en la institución con estudiantes con impedimentos cognitivos significativos, con problemas severos de conducta, siendo este el mayor reto profesional. Aunque soy empleada directamente del Departamento de Educación para mí es un beneficio poder trabajar en colaboración con los grupos de adultos aplicando mi creatividad para organizar actividades colectivas en la escuela, como el Día de la Puertorriqueñidad, desfiles y Día de Logros, entre otros. La labor docente me ha dado muchas satisfacciones, la más importante es la de valorar y reconocer el gran esfuerzo que conlleva esta ardua tarea aun más cuando en Puerto Rico no existe un lugar donde le den continuidad educativa y de vida independiente a personas adultas con Discapacidad Intelectual”

​​“Después de 36 años de desempeñarme como trabajadora social en el IPPR siento que he cumplido la labor con éxito. El trabajo aquí me hace feliz cuando mis participantes muestran sus logros al mejorar su funcionamiento social cognitivo que les facilita la integración comunitaria, y recibo el cariño de ellos y sus familiares por el progreso alcanzado y las experiencias gratificantes vividas”.

Estas son algunas de las caras que hacen nuestro trabajo posible

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​Luz Gorritz, cuidador Programa de Residencia

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Wanda Loubriel, supervisora Programa de Residencia

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Nuestra gente

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Gloria Alvarado Pagán, maestra de Educación Especial,

Programa de Educación Especial y Adaptada